Desde siempre, detenerse ante una obra de Carles Guasch ha sido y es un interesante estímulo para el espíritu, una sutil apelación al mundo de los sentidos. Y no precisamente por una engañosa sencillez, sino más bien al contrario, porque delante de cada uno de sus lienzos vibra- flexible i dúctil- un instante de perdurabilidad que la retina acoge en la memoria gracias a la maestría de un perfecto, complejo y profundo artificio que transita por los cauces de lo inefable. Lejos de la simple apariencia, colores y texturas nos sumergen más allá, hacia el territorio ignoto de la emoción, al fin y al cabo, la esencia del buen arte.
Mediante una ejecución de precisión técnica y claridad formal en la que nada es superfluo, la magia cromática inconfundible de Carles Guasch se estratifica en la fluidez de dinámicos collages geométricos, transbordos entre la fragmentación y la totalidad. Las superposiciones, dentro de la base de la superficie abstracta, dialogan, interactuan y sugieren más de lo que dicen gracias al juego de las transparencias y al virtuosismo armónico de un alto voltaje lírico.
Cada nuevo cuadro, como en una sinfonía, tiene la virtud de recordarnos o de revisitar el anterior y, a su vez, sin olvidarlo, de sugerirnos nuevas propuestas en la búsqueda de una constante reapropiación y en la difícil reelaboración del decir más con menos en la construcción de un espacio plástico propio, pulcro e insinuante, en el que la consistente y afinada belleza de los ponderados blancos y azules se enriquece con la fuerza de los esgrafiados o con las incursiones cromáticas que amplian otros códigos pictóricos.
Así, la intensidad del conjunto de su obra radica, justamente, en la conjugación del orden intelectivo i la mirada intimista, en el equilibrio que se balancea entre la contención y, permitanme expresarlo, una refinada pasión.
El conjunto de su producción nos revela y nos confirma la solidez y la universalidad de Carles Guasch, artista ibicenco que ha traspasado nuestras fronteras, avalado por su talento y por la solvencia de su estilo forjado por una acuñación original e inequívoca. Al mismo tiempo, nos permite saborear la certeza de un contínuum evolutivo que, sin perder la huella que lo sella, avanza y se sumerge en la depuración de una intensificación lumínica que inaugura y a la vez augura nuevas promesas, siempre dentro de su flujo creativo modulado por una continua y constante indagación.
La elegancia onírica que emerge en los laberintos geométricos de su abstracción propicia que la oportunidad de contemplar su obra sea, para todos y por encima de todo, el bienvenido goce de un venturoso y exquisito privilegio.
Helena Alvarado i Esteve